Los Ecosistemas de Montaña de la Región Metropolitana


Las montañas presentan una serie de características que las hacen relevantes para la sociedad y los ecosistemas, además de una serie de vulnerabilidades y amenazas que vale la pena mencionar. Spehn et al. (2005) destacan las siguientes:

• La mitad de la población humana depende, de una u otra manera, de los recursos de las montañas. Además de proveer agua a cerca de la mitad de la población humana, la agricultura de montaña brinda subsistencia a muchas personas. Otros servicios ecosistémicos claves son la hidroelectridad, el control de inundaciones, los recursos minerales, la madera y combustibles y las plantas medicinales.

• Las montañas se caracterizan por su alta biodiversidad. Poseen aproximadamente un cuarto de la biodiversidad terrestre, y albergan una alta diversidad etnocultural, siendo relevantes en términos espirituales para muchas sociedades y también con objetivos de recreación y turismo.

• Las montañas son excepcionalmente frágiles. Estos ambientes están sujetos a cambios naturales y antropogénicos, los que van desde eventos volcánicos y sísmicos hasta el cambio climático y deterioro de vegetación y suelo, debido a prácticas productivas inapropiadas. Debido a lo escarpado del terreno y lo delgado de los suelos, la recuperación de los ecosistemas de montaña es por lo general lenta o inexistente frente a disturbios.

• En general, la pobreza y la diversidad étnica son altas en regiones montañosas y la gente es a menudo más vulnerable que las personas de otros lugares.

• El fortalecimiento de los vínculos entre las tierras altas y las tierras bajas sustenta el desarrollo de poblaciones aguas arriba y aguas abajo. La conservación ambiental y el uso sustentable del territorio en las montañas del mundo no son solamente necesarios para las poblaciones locales, sino también para la gran población mundial que no vive en las montañas, pero que depende de los recursos de éstas.

Las regiones montañosas en Chile acogen una gran riqueza de culturas. Éstas se ven influenciadas por el entorno, tanto en sus tradiciones y costumbres, como en sus comportamientos y creencias. Su manera de adaptación al medio natural tiene implicancias directas sobre el territorio, por lo que el manejo de las áreas en las que se desenvuelven juega un papel clave en la comprensión de la historia de estos lugares (Kottak, 2002). Desde el punto de vista ecológico e hidrológico, las montañas juegan un papel importante en la regeneración, nacimiento y protección de cuencas de ríos, disminuyendo las inundaciones y sedimentación en las zonas de altas pendientes (Hoffmann et al., 1998).

En la Región Metropolitana de Santiago un 65% del territorio corresponde a sistemas montañosos, cuyo accidentado relieve junto con sus diversos mecanismos de génesis han formado suelos tanto de origen volcánico, marino, coluvial como aluvial. Estos suelos, si bien presentan orígenes distintos, han evolucionado de acuerdo a las diferencias de los gradientes climáticos. La biodiversidad presente, al igual que para el resto del país, se estructura principalmente por su latitud y altitud, razón por la cual se identifican ambientes con condiciones muy contrastantes. Las formaciones vegetacionales siguen por lo tanto este patrón que deriva en diferencias de temperatura, sin embargo, la incidencia de la montaña no sólo crea variaciones de temperaturas, sino que influye también en los patrones de las precipitaciones (Universidad de Chile et al., 2005; CONAMA, 2008).

Según el estudio de Teillier et al. (2011), en la zona de montaña de la Región Metropolitana de Santiago se encuentran cuatro pisos altitudinales con vegetación leñosa. Estos son el bosque esclerófilo, el bosque esclerófilo andino, el matorral andino inferior y el matorral andino superior ( Figura 1).

La intervención antrópica en estas zonas ha derivado en la pérdida de las características propias de los ecosistemas naturales, traduciéndose en altos niveles de alteración y degradación. La degradación de la zona andina central se debe en gran medida a la explotación minera sin resguardo, a la extracción de tierra de hojas, al sobrepastoreo, a la deforestación (tala rasa), incendios, vertederos ilegales y descarga de residuos al río, caza y extracción de especies nativas, expansión urbana (caminos y carreteras) y turismo sin resguardo (Rodrigo et al., 2010). Este deterioro en las cuencas resulta alarmante, dada la estrecha relación que existe entre bosque-agua en la zona central del país, y al considerar que la cuenca del Río Maipo aporta aproximadamente un 80% del agua potable de Santiago (Rodrigo et al. 2010).

Figura 1

Ubicación de los cuatro pisos vegetacionales estudiados dentro de la comuna de San José de Maipo (Fredericksen et al. 2011).

Ubicación de los cuatro pisos vegetacionales estudiados dentro de la comuna de San José de Maipo (Fredericksen et al. 2011).